7.11.12

ZOO

2012 grafito/papel 9,5 x 13,8 cm

Hacía ya algunos meses que no visitaba un parque zoológico, y a pesar del sentimiento contradictorio que experimento cuando lo hago, el dibujante que hay en mi no veía el día de volver.

Y ha sido durante el tiempo de mi última exposición dual en Serbia, junto a la artista y profesora Vesna Pavlovic, que se ha presentado la ocasión cuando ella me ha invitado a disfrutar junto a sus alumnos de una jornada de dibujo del natural en el zoo de Belgrado. 

Sin duda, el ejercicio de enfrentar el proceso de aprendizaje, una y otra vez, a tan espectaculares modelos vivos, es una experiencia que me entusiasma y cuya oportunidad nunca quiero dejar pasar. 

Siempre que tengo ocasión, dibujo a todo aquel animal que se me pone delante, como y donde sea, asumiendo en muchas de las ocasiones el hecho de que las circunstancias no sean idóneas... ¡todo por aprender!

Y por esta razón no deja de llamar mi atención la frecuente apatía que el gran público muestra ante estas maravillas vivas; desinterés que se puede observar frente a las maravillas no solo de la naturaleza, sino también las del hombre, pues allí donde quiera que uno vaya a lo largo y ancho de este basto -aunque hoy abarcable en cuestión de horas- mundo nuestro, la actitud general es la misma. Actualmente, casi ni siquiera los niños demuestran asombro cuando ven un león, un papagayo o un cocodrilo. 

Pero nosotros los artistas, que debemos tener una mentalidad pre-infantil (por llamar de alguna forma a esta curiosidad infinita de la que disfrutamos todos los que amamos la naturaleza y el arte), soñamos con estas experiencias, y no pude dejar de asombrarme ni un momento, sobre todo cuando tuve la suerte de deleitarme observando a algunos de las más apasionantes e incluso recónditas especies, y de poder trazar el contorno de su figura en pequeños bosquejos.

Había de todo: cernícalos, bisontes, titís, pumas, anacondas... 

Y como de costumbre, antes de ponerme en vereda, lo primero que me viene a la cabeza son las imágenes que crearon aquellos maestros que me inspiran porque se expusieron a un reto similar: el mandril y el tiglón de Kokoschka, las series de Marta Cárdenas o los cuadernos de Jan van der Kooi son algunos ejemplos. 

Pero una vez que te encuentras allí, ninguno de estos maestros va a sostener tu cuaderno para que no te tiemble el pulso o va a levantar su brazo para proteger tu página y que el sol deje de producir esos intensos brillos o esas sombras en movimiento que tanto dificultan la concentración y la visión. 

Nada tiene esto que ver con dibujar a partir de una estática e hiper-definida fotografía.

Con el animal que no para de moverse, tras una valla metálica que impide enfocar la vista, sin apoyo ni asiento, expuesto a las inclemencias del tiempo y con toda ese público que curiosea a tu alrededor y que parece estar más atento a tus humildes intentos que a la maravilla viva de la que se encuentran a menos de un metro, la cosa cambia. Evidentemente asumir este grado de dificultad implica una acto de toma de conciencia que dota a la experiencia de un sentido verdaderamente artístico.

A continuación tan solo tres ejemplos y algunas reflexiones artísticas y -pienso yo- profundamente humanas que se me plantean. 

1º Me encontraba dibujando acuclillado a una guepardo hembra que yacía postrada, parecía embarazada y que se encontraba a unos dos metros de distancia (y a la que mi presencia no parecía llamarle la atención) cuando descubrí que, a menos de 30 cm y  al otro lado de la valla metálica, se había acercado sigilosamente, sin que en ningún momento yo hubiese advertido su presencia, otro gran ejemplar al que le habría bastado apoyar su garra en la valla para alcanzar mi libreta e incluso mi mano. 

Ahora imagino a los artistas de las pinturas del paleolítico realizando sus cientos de estudios previos en los famosos pequeños cantos, escondidos entre la maleza, a la mínima distancia posible... ¡¿cuántos de los que pintaron el friso de las leonas de la cueva de Le Chauvet -hombres o mujeres- no morirían en alguna de esas ocasiones presa de los felinos, intentado aprender el virtuosismo de las proporciones que plasmaron?! 

2º Me encontraba dibujando a los cernícalos enjaulados, a los que tantas veces he retratado (algunas veces del natural, pero la mayoría a partir de fotografías), cuando la relación que se establece entre factores como las condiciones lumínicas y climáticas, la distancia al motivo,  la distancia al formato, el formato, la técnica, y la condición personal física, intelectual y anímica, me revelaron una vez más, para mi tranquilidad, la valoración relativa que en ese momento debía hacer de la "calidad" de mis  dibujos. 

En mi opinión, esto explica la razón de que el tema de las aves en pleno vuelo no sea demasiado frecuente en la tradición plástica "realista" y el poco o mucho sentido que se le pueda encontrar al representarlo con la ayuda de un soporte fotográfico o, al menos, como si lo que se quisiera representar fuera una imagen fotográfica.

3º Me encontraba dibujando -atónito por ver si no recuerdo mal por primera vez, y a tan corta distancia- a unos bisontess americanos, cuando un gran macho blanco se acercó hasta el muro desde el que en un nivel superior yo le observaba, e intento olfatear la bolsa de mis útiles de trabajo. Ni el inabarcable volumen de su cabeza, la anchura de su cara, su mirada profunda o el par de cuchillos que tiene por cuernos me alertaron de tomar precauciones a la hora de extender mi mano e intentar acariciar el frondoso manto que se extendía entre la testuz y los morros. No hizo falta. Fue el mismo, quien con un gesto tranquilo pero serio me advirtió. Aquello fue como personarse delante del mismísimo Manitou transfigurado en Tatanka.

Y ahora me pregunto si no será a una experiencia de este tipo a la que se refieren los "teóricos" cuando hablan del dibujo como actividad mágica, porque de "don"... ¡nada de nada!

Trabajo. 

Y si no, que piensen en todos aquellos a los que a lo largo de la historia de la humanidad y el arte les sorprendió uno de esos hermosos y reales animales salvajes cuando intentaban aprender a dibujarlos en libertad.

¿Cómo podríamos calificar esto? ¿De accidente laboral?

¿Y porqué se hace esto cuando se podría estar cómodamente sentado en el estudio, con una fotografía en la mano y una estufa al lado?

Miren unas y otras obras y valoren.