16.7.08

EL ALMA EN EL LIENZO

Por Vanesa Castell para el número de junio de 2007 de la revista SPEND IN
Tras licenciarse en Bellas Artes en 1995, y gracias a la ayuda de los pin­tores Pedro Martínez Sierra y Florencia Galindo, por entonces sus profesores, Eduardo Alvarado empezó a exponer di­bujos y pinturas en muestras colectivas de galerías privadas de Madrid. Hoy el pin­tor cumple doce años de periplo expositivo, con veintitrés muestras individuales y otras tantas colectivas, en salas y galerías de arte del centro y norte de España. ¿Su principal fuente de inspiración? “La naturaleza y lo que me rodea, lo más cercano, lo que quiero: mi mujer, mis hijos, mis gatos y yo mismo. Los paisajes que recorro, los animales que veo y los objetos que recojo, y que, aunque para la mayoría pasan desapercibidos, a mi me llaman poderosamente la aten­ción. También lo que me inquieta, aquello sobre lo que me interrogo”. ¿Y sus influencias? Especialmente simbo­listas y expresionistas de las primeras vanguardias como Klimt, Schiele, Munch, Van Gogh; y otros más cercanos como Antonio López, Lucian Freud, Nathan Oliveira, Juan Luis Goenaga o Joseph Beuys. Dibujante y pintor, para Alvarado dibujar es lo primero. “Todo buen pintor es un buen dibu­jante, es una condición previa. Yo no puedo dejar de dibujar, lo hago cons­tantemente, incluso aunque no tenga un lápiz, dibujo con el pensamiento”. Aunque afirma no poder inclinarse por uno de sus trabajos en concreto, ya que “normalmente lo que más te gusta es lo último, pero si bien puede ser lo más ma­duro, todavía no tienes la suficiente distancia para ser autocrítico”, Alvarado asegura que “hay, eso sí, algunas obras en las que creo haberlo logrado, creo haber trascendido, y también hay buenos momentos que dieron como fruto, no sin mucho esfuerzo, una serie de obras inspiradas”. Desde hace tiempo persigue “plas­mar una imagen en la que se den lugar, de una forma convincente, un grupo de figuras en un entorno natural, todavía no lo he conseguido, pero estoy en ello”. Como también “está en” intentar cumplir uno de sus más pro­fundos deseos: “Que el arte cambie el mundo. Yo pondré toda la leña en el asador”.